Empleo de las Fuerzas Armadas en un conflicto interno

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  • Latinoamérica y su lucha contra el narcotráfico militarizado en el siglo 21

*José Miguel “Mike” Pizarro

Bogotá, Col.- Latinoamérica reúne entre el 37% y el 40% de los homicidios de todo el planeta. Es extraño que una región que concentra apenas el 8% de la población mundial sea, por lejos, el continente más violento del mundo. Respetadas democracias como México, Colombia, Perú, Chile, Paraguay, Ecuador, Guatemala y Brasil, solo por nombrar las más conocidas, son Estados que actualmente combaten a novedosas organizaciones criminales equipadas con modernos fusiles de asalto, ametralladoras, lanzadores de granadas, fusiles de francotirador, pistolas automáticas con cargadores de 30 tiros, vehículos blindados 4×4, cascos y chalecos balísticos, sistemas de visión nocturna, minas antipersonales, explosivos con cargas de varios kilos hábilmente instalados en caminos y en las puertas de acceso a sus edificios, así como también, diversos equipos tácticos que incluyen complejos sistemas de radios y teléfonos satelitales con comunicaciones encriptadas.

Muchos de sus integrantes poseen una amplia experiencia en combate, un elevado nivel de entrenamiento, excelentes salarios y un notable grado de motivación para enfrentarse con el adversario gubernamental que le pongan por delante, y la verdad sea dicha, con semejante  capacidad de fuego los grupos al servicio del crimen están saliendo victoriosos (y sin gran dificultad) prácticamente tras cada encuentro con unidades policiales pobremente armadas, huérfanas de entrenamiento y sin el equipo adecuado. Los ejemplos superan el millón de casos al año.

Para examinar semejante fenómeno, es conveniente y necesario utilizar un lenguaje común, claro y directo. Nuestro continente no es una región del planeta que está siendo invadida por las fuerzas militares (aéreas, navales y terrestres) de alguna potencia extracontinental. Para nada. Latinoamérica en cambio, tiene enquistadas diversas organizaciones criminales, algunas de las cuales son sumamente sofisticadas, en donde participan miembros recientemente retirados de la fuerza pública, así como experimentados contrabandistas y traficantes bajo el mando operativo, en el nivel táctico, de patrones mexicanos, colombianos e incluso venezolanos que entrenan a los líderes de estas organizaciones criminales a copiar su modelo de narcoterrorismo internacional.

Simultáneamente, todos estos grupos trabajan de cerca, en distintos niveles, con sectores del gobierno, quienes facilitan sus negocios. Pero cuidado, ninguna organización internacional narcoterrorista está interesada en derrocar el aparato estatal, el cual le ha servido a la perfección para triplicar sus billonarias ganancias gracias a la debilidad del gobierno en turno, la corrupción de sus miembros y el creciente número de funcionarios comprometidos con sus intereses.

Por el temor político que genera utilizar el término “guerra” muchos gobiernos admiten que existe un problema, pero niegan estar perdiendo el control frente a organizaciones criminales internacionales sumamente sofisticadas al momento de transportar, lavar y reinvertir miles de millones de dólares al mes. Permítanme darles un poco de contexto usando cifras de las Naciones Unidas: “Con estimaciones de 110 mil millones para la heroína, 130 mil millones para la cocaína, 75 mil millones para el cannabis y 60 mil millones para las drogas sintéticas, la cifra global probable para la industria total de drogas ilícitas sería de aproximadamente 360 mil millones. Dado el sesgo conservador en algunas de las estimaciones de sustancias individuales, se considera realista una facturación de alrededor de 400 mil millones por año”. (o más de 7 billones de dólares a la semana).

El crimen organizado trabaja con una eficiencia empresarial sorprendente a través de sindicatos internacionales que se encuentran dedicados al narcotráfico a escala global, al robo de petróleo, madera, minería ilícita, tráfico de armas y la trata de personas y órganos. Dicho en cristiano simple y claro: “Esto no se va a detener, por el contrario”. Las ganancias de todos estos crímenes combinados los motiva a expandir sus operaciones y perfeccionar sus métodos de lucha… y su equipamiento táctico.

También es bueno recordar que en nuestra región no existen grupos guerrilleros que asesinan militares y policías porque están combatiendo por la libertad de sus pueblos en contra de algún régimen tiránico. En nuestra América Latina, todo grupo paramilitar, guerrillero o terrorista está compuesto única y exclusivamente por criminales que cometen delitos y atrocidades innombrables a cambio de una compensación económica. Todos sin excepción.

La creciente amenaza que enfrentan nuestros pueblos son lo que este autor define como Organizaciones Criminales Equipadas Militarmente (OCEM). Para luchar contra estas organizaciones, los gobiernos de la región han optado por dos alternativas; ambas fallidas, llenas de errores en su diseño y ejecución, constantes reveses en terreno y hasta incompetencia culpable en todos los niveles del mando político, policial y militar. Las evidencias de estos descalabros, muchos de ellos casi inexplicables, están a la vista en todos los medios de comunicación y redes sociales.

  • Opción policial: Absolutamente todos los países latinoamericanos han optado, inicialmente, confrontar a estas OCEM’s con sus fuerzas de orden y seguridad armadas de un revolver, una libreta de anotaciones y buenas intenciones. Conclusión: La policía no fue diseñada para ir a combatir a una guerra contra adversarios equipados con vehículos blindados, ametralladoras ni lanzadores de granadas.
  • Opción militar: Las fuerzas armadas latinoamericanas no poseen entrenamiento alguno para combatir en las calles de Río de Janeiro, Bogotá o Ciudad de México contra este nuevo adversario urbano. En todos los países mencionados anteriormente los grupos criminales, esos equipados con armamento de guerra, cuentan con decenas de miles de hombres. Conocedores de esta realidad, los “asesores de seguridad nacional” aconsejan erróneamente enfrentar complejas redes de terroristas y guerrilleros narcotraficantes con humildes soldados de tropa regular, policías prácticamente desarmados, altavoces y motocicletas. El número de policías y militares asesinados por el narcotráfico anualmente es altísimo y no tiene precedente alguno.

A diferencia de las fuerzas de seguridad del primer mundo, en donde los ejércitos privados de narcoterroristas que controlan regiones, provincias y ciudades completas no existen, la soberbia de muchos líderes militares latinoamericanos, les impide aceptar sus errores, dar un paso al costado y reconocer que el problema sobrepasa por completo las capacidades policiales.

No aceptan que deben actuar de forma conjunta con fuerzas militares debidamente equipadas, especialmente entrenadas y certificadas para un tipo de conflicto interno extremadamente complejo que requiere de una poderosa fuerza policial y militar altamente modernizada, pero capaz de actuar y utilizar coordinadamente nuevas tecnologías, re-diseñar sus doctrinas y procedimientos de empleo y legitimarlas a través de programas de entrenamiento de última generación. Solo la inteligente creación de esta nueva fuerza, una que modernice a toda la institución y no a un pequeño grupo de comandos, les permitirá vencer en un ambiente operacional absolutamente desconocido.

¿Ego? Muchos lo repiten a viva voz y proclaman que tenemos a las mejores fuerzas especiales del mundo en nuestras filas. Por muy buenos que lo sean, no son suficientes y nuestros operadores todavía tienen mucho que aprender, especialmente en humildad, respeto al adversario y modernización institucional, esa que está orientada al pensamiento estratégico. Las operaciones militares contra Organizaciones Criminales Equipadas Militarmente (OCEM) crean demandas cognitivas únicas para los líderes de unidades pequeñas, sus comandantes de regimiento y brigada y por lo general, se necesitan años de experiencia para dominar estos conocimientos.

Durante décadas se les ha repetido a nuestras tropas durante sus ejercicios de paracaidismo, desfiles ceremoniales y entrenamiento de alta montaña que estamos listos para salir a la calle a combatir el narcotráfico. Eso es falso. El problema es que esta misión requiere de una nueva modalidad de entrenamiento, equipamiento y doctrina de empleo que nuestras fuerzas militares jamás han enfrentado exitosamente en sus carreras y ese pequeño detalle, uno que hiere profundamente el orgullo, nos nubla el intelecto.

Debemos re-equiparnos, re-entrenar a nuestras fuerzas militares y certificarlas para este nuevo tipo de conflicto. Esta es una guerra que la estamos perdiendo. Es hora de despertar y darle una mirada más honesta que produzca una respuesta profesional, tecnológica y una solución fruto del intelecto de nuestros comandantes militares y lideres políticos.

*José Miguel “Mike” Pizarro es un ex oficial del Ejército de Chile, graduado de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE), analista de Defensa de CNN en Español, ex U.S. Marine y veterano de 4 años de la guerra en Irak. Es un ex oficial de artillería de montaña, comandante de tanques pesados M1A1 Abrams y ex asesor militar norteamericano en Colombia.

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