¿Todavía necesitamos a la ONU?

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*Andrea Guidugli

La Spezia, Italia.- “A sus 70 años, la ONU sigue buscando su camino” (23 de octubre de 2015)”, “La ONU ahora es inútil” (15 de abril de 2022)“, “¿La ONU todavía tiene significado?” (30 de octubre de 2023).

Se trata de títulos publicados en periódicos europeos con meses y años de diferencia, el de 2015 me sorprendió muchísimo, pero también el publicado unos meses después del inicio de la guerra en Ucrania y el otro unos meses antes del ataque de Hamás a Israel indican que la confianza en la Organización es mínima. Se habla entonces mucho de ello desde hace tiempo, con poco convencimiento sobre la necesidad de mantener un aparato tan costoso y afectado por graves enfermedades: despilfarro de dinero y poder de veto además de una estructura arcaica, con exigencias cada vez mayores, necesitado de reformas importantes, con empleados y funcionarios que en ocasiones han demostrado ser corruptibles, insensibles y recientemente incluso cómplices de crímenes brutales, evidentemente no a la altura de las tareas que fueron diseñadas después de la Segunda Guerra Mundial.

¿Es la organización capaz de gestionar crisis?

Como podemos ver, el debate sobre la capacidad de gestionar las crisis que afectan al mundo de las Naciones Unidas viene de lejos, se repite puntualmente y vuelve contemporáneo cada vez que estalla una guerra o surgen tensiones internacionales graves. En ocasión de cada conflicto, la ONU se convierte en el principal protagonista de las negociaciones dado que es prácticamente imposible impedir que las naciones recurran a las armas y por tanto las disputas deben resolverse con difíciles acciones diplomáticas.

El problema es que la organización, desde el día de su nacimiento, el 26 de junio de 1945, no ha avanzado mucho. La carta estipulaba que los adherentes se comprometían a “practicar la tolerancia y vivir pacíficamente unos con otros en relaciones de buena vecindad, unir fuerzas para mantener la paz y la seguridad internacional, asegurar mediante la aceptación de principios y el establecimiento de sistemas que la fuerza de “las armas no se habría utilizado, excepto que, por interés común, y emplear instrumentos internacionales para promover el progreso económico y social de todos los pueblos”. Bueno, eran buenas intenciones, pero desde 1945 hasta hoy las buenas intenciones han seguido siendo sólo intenciones.

La absurda presidencia del Foro de Derechos Humanos a Irán

Sin duda, la ONU unos avances lo ha logrados: ha dado trabajo a más de 115 mil personas y al menos a 60 mil funcionarios, con un gasto de alrededor de mil millones de dólares sólo para la sede de Nueva York (10 mil empleados). Su objetivo principal lo perdió por completo, el mantenimiento de la paz mundial: 80 años de actividad y 60 conflictos repartidos por todo el mundo. Pero el hecho de ser un agujero que devora miles de millones de dólares no es precisamente el peor pecado: no se han registrado éxitos en la lucha contra el hambre en el mundo, no hay mejoras sustanciales en la lucha por los derechos humanos, de hecho, a finales de noviembre de 2023, Irán, que no está incluido en la lista de los países más liberales, recibió, por parte del Consejo de las Naciones Unidas, la presidencia del Foro Social de Derechos Humanos.

Irán es el mismo país que ha provocado la muerte de un número indeterminado de valientes mujeres sólo porque se negaron a llevar el velo. La Comisión de las Naciones Unidas sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer (UNCSW) en 2017 tenía como miembro a Arabia Saudita, el país donde en aquellos años a las mujeres se les prohibía conducir un coche, y a cualquier edad estaban legalmente obligadas a tener un tutor de sexo masculino a cargo de tomar todas las decisiones en su nombre. Estamos seguros de que en las costosas reuniones se habrá discutido sobre cómo resolver el problema de la infibulación o igualdad salarial para esa parte del universo femenino. Igualmente, aberrantes son las iniciativas que desde hace décadas han llevado a conferencias monumentales de la FAO durante las cuales se sirven foiegras, langostas y vinos finos, desafiando el hambre en el mundo.

Occidente, el mayor financista, está en minoría en la asamblea

Demos un paso atrás, ¿de dónde viene toda esta serie de “fracasos” o fallos de estilo o decisiones aberrantes? George H. W. Bush fue el último presidente estadounidense en obtener que las Naciones Unidas se conformaran a sus deseos, con una intervención conjunta de países para expulsar a Saddam Hussein de Kuwait durante la primera Guerra del Golfo Pérsico. El hijo de Bush, George W Bush en cambio, quedó enredado en las mentiras sobre las armas de destrucción masiva iraquíes reveladas en una reunión del Consejo por el “desafortunado” Secretario de Estado Colin Powell. Pero en esos años, el poder de Estados Unidos todavía estaba casi intacto. Rusia, exhausta por la caída del Muro de Berlín, y China, recién salida de la crisis de la Plaza de Tienanmen, no tuvieron voz en el asunto.

Mientras tanto, lo que hoy podríamos definir como una verdadera política soberanista estaba prosperando en el círculo de neoconservadores que inspiraron a Bush hijo. Ellos encontraban insoportables los vínculos que estas instituciones supranacionales querían imponer, socavando así la soberanía nacional. A partir de ahí comenzó el desmoronamiento de algunas comisiones y organizaciones que la propia América había querido y generado, y de las que empezó a retirarse y a impugnar sus reglas y atribuciones.

Es normal que cuando se dejan huecos abiertos alguien intente interferir y casi siempre lo consigue, pero si se trata de China el resultado puede parecer obvio. Insertarse en espacios vacíos e imponer su influencia fue una operación indolora para el dragón. Ahora, la parte del mundo que ocupa el sur del globo unida en una campaña antioccidental es mayoría en el Palacio de Cristal, Sudáfrica y los países africanos, Brasil, Chile, Venezuela han demostrado su tendencia con motivo del 7 de octubre. El sistema “un país, un voto” es fácil de utilizar en la votación. Países con 700 mil habitantes como las Islas Salomón, que entraron en la órbita china en los últimos meses, tienen el mismo peso que Francia, México o India.

Los EE.UU. y los grandes países europeos que siguen siendo los mayores financiadores de esta organización, son una minoría. Culpar a Occidente, o más bien la devastadora auto culpabilización, una enfermedad que primero afectó a los nuevos Estados Unidos “dem” y ahora se está infiltrando rápida y profundamente en Europa, se ha convertido en algo normal en las oficinas y organizaciones de la calle 45 de Nueva York. Los delegados sudamericanos, asiáticos y africanos, junto con los equipos técnico-burocráticos que los dirigen, practican un fuerte tercermundismo anticapitalista y antioccidental, partidario, por ejemplo, de los continuos y sinceramente insulsos pedidos de reparación de los daños humanitarios causados ​​por la colonización.

Tras su despedida de la UNESCO, su salida del acuerdo climático de París y del acuerdo 5+1 con Irán sobre energía nuclear, Donald Trump cerró de golpe otra puerta en la ONU, la del Consejo de Derechos Humanos. Lo hizo, acusando a la institución de ser “un protector de los violadores de los derechos humanos y una cloaca de prejuicios políticos”, hipócritas, egoístas y que se burla de los derechos humanos. Las Naciones Unidas carecen ahora de ese liderazgo global típico de la política estadounidense, que, para bien o para mal, sin embargo, hizo de este organismo un instrumento supranacional de garantía descendiente de las buenas y nobles intenciones de la antigua Liga de las Naciones, también estas fuertemente deseada por Estados Unidos al final de la Primera Guerra Mundial. 

El escándalo de la UNRWA

No es ningún secreto que la gran mayoría del personal de la ONU suele estar alineado con una de las partes. Hemos visto, por ejemplo, la cuestión palestina que tiene una capacidad única para unirse contra Israel. Entre los terroristas que el 7 de octubre masacraron a mil 200 israelíes, violaron a mujeres, decapitaron a bebés en cunas y secuestraron a más de 200 civiles judíos, se encontraban o han colaborado, al menos 12 empleados de la agencia de la ONU, que después de 100 días de investigaciones han sido despedidos, confirmando que las revelaciones israelíes eran ciertas y no eran sólo propaganda. La acusación que ha llevado a la interrupción del flujo de dinero que llega a las cajas de la organización desde hace 70 años tendrá consecuencias catastróficas para la población de Gaza, según declaraciones de sus responsables.

Nosotros creemos que tendrá consecuencias catastróficas, especialmente para los ricos líderes de Hamás, a quienes les importa muy poco el bienestar de la población, por lo que hemos podido ver y entender. Por ello, 15 países han suspendido la financiación por un total de mil 400 millones de dólares al año, a la agencia de la ONU que, con 13 mil empleados se ocupa de los programas de socorro, desarrollo, educación, asistencia sanitaria y servicios sociales y de emergencia a los 5 millones de refugiados palestinos que viven en Gaza, Cisjordania, Líbano, Siria y Jordania.

Con motivo del atentado del 7 de octubre de 2023, fecha que quedará impresa como el 11 de septiembre, la ONU no miró para otro lado, sino que intervino, pero de un modo cuanto menos repugnante. El número uno de las Naciones Unidas, es decir el actual secretario general Antonio Guterres, diplomático y ex primer ministro socialista de Portugal, a través de una declaración inequívoca, explicó su posición dejando claro al mundo que los ataques de Hamás no surgieron de la nada, sino que, según su razonamiento, serían el resultado de años y años de políticas israelíes opresivas hacia los palestinos. Por lo tanto, el Secretario General de la ONU comparte el antiguo prejuicio según el cual Israel siempre está equivocado y cada una de sus reacciones nunca es proporcionada, y que cada movimiento proveniente del lado palestino está justificado, por lo tanto, incluso el horror, la matanza de inocentes y la decapitación de niños.

Es el estribillo habitual que explica que la solidaridad hacia los israelíes dura un máximo de tres días y que sus ciudadanos siempre despiertan menos lástimas que los palestinos. El hecho de que Antonio Guterres sea un hombre de izquierda corresponde a un aspecto que no es del todo secundario porque se sabe que numerosos exponentes de las distintas izquierdas occidentales juzgan a Israel utilizando muchos prejuicios, especialmente si el Estado judío está dirigido por líderes como Benjamín Netanyahu y por los conservadores del Likud. Guterres es libre de pensar como quiera, pero como Secretario General de un organismo supranacional que debería ser superior a las posiciones personales, no puede revelarse tan vulgarmente parcial, sobre todo si luego intenta encontrar excusas para un grupo terrorista del calibre de Hamás.

En Nueva York se sigue trabajando para formular resoluciones del Consejo de Seguridad y la dificultad es que la llamada mayoría automáticamente antisemita pide una tregua en los combates como si Israel fuera el agresor y sin reconocer ni su existencia ni su derecho a sobrevivir. Supongamos que en la ONU se llegue a una decisión firme. Israel no le tendrá en alguna cuenta y todo seguirá como antes. Además, si Israel hubiera obedecido a las resoluciones anteriores, habría probablemente desaparecido de los mapas geográficos hace mucho tiempo. Es innegable, la ONU es inútil.

Los últimos fracasos: Ucrania 

Durante la guerra en Ucrania que estalló tras la agresión de un país soberano y miembro de las Naciones Unidas, la ONU no pudo hacer ninguna de las tres cosas que, en teoría, estaban a su alcance. Una resolución eficaz y unánime (aparte de Rusia obviamente) contra la condena de la invasión. Una actividad de disuasión contra Putin para abrir una verdadera mesa de negociaciones, sin dejarla en manos de algunos países, Turquía, Egipto e Israel. La aprobación del uso de la fuerza prevista también en los casos más graves. En este caso es la OTAN y no la ONU la que actúa como protagonista, pero lamentablemente la OTAN es una organización militar y no un dispensador de paz, por lo tanto, las únicas acciones tomadas han sido suministros de armamento y logística, educación y financiaciones para permitirle a Ucrania una resistencia ante la potencia nuclear rusa. De hecho, la ONU sumergida en vetos cruzados no puede más que sentarse y actuar como espectadora de esta guerra disfrazada de conflicto regional pero que ahora puede considerarse ya como el tercer conflicto mundial.

ONU, ¿organización entonces inútil? 

El fracaso de la ONU está también en los objetivos que se había fijado. La agenda 2030 sobre desarrollo sostenible sólo está mínimamente en línea con los objetivos fijados para finales de la década: el 85% de los planes están retrasados ​​o incluso en regresión. A las guerras en las que la ONU parece ahora desprovista de iniciativas, propuestas y resoluciones, así como en retirada diplomática y militar desde Ucrania hasta África Oriental, desde el Sahel hasta el Cuerno de África, se suman desafíos como la crisis económica y las cuestiones sociales residuo de la pandemia, el incremento de la pobreza y las consecuencias de la emergencia climática que multiplican la sensación de impotencia. ¿Es entonces la ONU una organización inútil? Esto es tan obvio que ni siquiera debería ser necesario demostrarlo. Su función principal es mantener la paz. Parece que nunca ha logrado defender un país atacado, excepto Corea del Sur en el 1950, pero sólo habían transcurrido cinco años desde el final de la Segunda Guerra Mundial y el comunismo era percibido como un peligro muy grave. La respuesta sentida a nuestra pregunta viene del propio Secretario General Antonio Guterres: “O comienza la reforma de las Naciones Unidas o se producirá un colapso, las instituciones en lugar de ser la solución, corren el riesgo de convertirse en parte del problema”. Cambiar o disolver, ¡ese es el resultado final!

*Andrea Guidugli

  • Consultor y periodista, nacido en La Spezia, Italia un 25 noviembre.
  • Miembro de la Federación Periodistas de la ciudad di Madrid, periodista y opinionista acreditado en la Federación Internacional de la Prensa de Bruselas.
  • Director de Ventas para América Latina y España en la firma OTO Melara.

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