*Andrea Guidugli
La Spezia, Italia.- En los últimos días ha aparecido en todos los periódicos del mundo la noticia de que Rusia, más de dos años después de la invasión de Ucrania, estaba desviando unidades navales del norte de Europa para enviarlas al nuevo continente con el fin de realizar ejercicios militares, que podrían durar hasta finales de verano. En realidad, se trata de un destacamento bastante insignificante a nivel militar y operacional. En un comunicado de prensa, La Habana identificó a la fragata Gorshkov, al submarino nuclear de Kazán, al petrolero Pashin y al remolcador Nikolai Chiker, así como a un numero de bombarderos no especificados que deberían llegar a la zona en las próximas semanas. De un análisis superficial se podría observar que al final un petrolero y un remolcador no causan una gran impresión, pero el hecho de querer despegar unidades navales a semanas de navegación del teatro de guerra en Ucrania es seguramente significativo. En los próximos meses, frente a las costas del Caribe, justo en la casa de Estados Unidos, veremos operaciones conjuntas entre Rusia, Cuba, Venezuela y probablemente Nicaragua, los aliados de la región, ideológica y políticamente más cercanos a Moscú.
Venezuela, Nicaragua e Cuba los aliados más fieles
Las visitas rusas en el Caribe no son una novedad. En la década pasada, Moscú ha enviado regularmente buques en la zona donde residen Cuba su aliado principal, la bolivariana República de Venezuela y un aliado especial, Nicaragua. Sin embargo, la reciente progresión de nerviosismo entre Rusia y Estados Unidos y la OTAN, originada por la invasión de Ucrania, ha dado a estos ejercicios un significado más acentuado. En un escenario marcado por problemas financieros, económicos, estructurales y de restricciones internacionales, estas maniobras favorecen la imagen de un país capaz de imponer una presencia poderosa en cuanto potencia militar nuclear global. Esto no ayuda a pensar que todo está bajo control, la idea de que Rusia pueda tener una presencia militar y una influencia política, militar, económica y estratégica en un número de países en crecimiento añade preocupación internacional. Venezuela podría mantener bombarderos estratégicos rusos en sus bases aéreas. Esto representaría un cambio elocuente en los equilibrios de la región. Nicaragua se ha posicionado también como un actor clave, habiendo sido definida como una especie de portaaviones rusa en la zona. Hace dos años, poco antes de la invasión de Ucrania, Cuba y su protector discutieron la posible instalación de misiles en la isla.
Regreso a la Guerra Fría
Este panorama evoca los turbadores recuerdos de la crisis de los misiles de Cuba de 1962, uno de los momentos más tensos de la Guerra Fría, cuando el mundo estuvo a punto de experimentar un conflicto nuclear, a causa del más famoso bloqueo naval de la historia. Todos estamos conscientes que desde la invasión de Ucrania en 2022 el mundo ya no es el mismo y vive constantes enfrentamientos y crisis geopolíticas, con el Occidente comprometido en la defensa de los valores democráticos. Después de haber autorizado a Zelenksy utilizar armas de la OTAN en territorio ruso, algunos países reclaman la eventualidad de intervenir en el conflicto con soldados europeos para paliar la ya cierta escasez de tropas ucranianas. Este llamado muy poco popular entre los pueblos del viejo continente ha obligado, por ejemplo, a Macron a convocar nuevas elecciones que podrían costarle la presidencia, aunque él continúa afirmando que no va a resignar. En los últimos meses China se ha acercado nuevamente a Rusia para unir sus fuerzas hegemónicas y está acentuando la tensión sobre Taiwán, provocando los Estados Unidos para verificar su predisposición a mantener los acuerdos de protección a la isla. En Medio Oriente la represalia de Israel al ataque del 7 de octubre se está dilatando de manera tan grave que, por primera vez, el 25 de marzo, Washington decidió abstenerse en una votación en las Naciones Unidas porque la resolución, si bien no condenaba expresamente las acciones llevadas a cabo por Hamás, presentaba elementos acordes con la posición de la Casa Blanca, provocando así la ira del país judío.
Respuesta asimétrica a los ejercicios Baltops
En este escenario tan grave, en el cual la gente común se pregunta si podría estallar una tercera guerra mundial, los ejercicios ruso-cubanos se tendrán, además, casi simultáneamente con los Baltops, las tradicionales maniobras navales de la OTAN en el Mar Báltico, dando la impresión de que la medida de Moscú se haya programado para compensar la presencia de los Estados Unidos tan cerca al territorio ruso. Los ejercicios de la Alianza Atlántica se demorarán hasta el 20 de junio con la participación de más de 50 barcos, 25 aviones y 9.000 soldados de Alemania, Bélgica, Dinamarca, España, Estados Unidos, Estonia, Francia, Grecia, Italia, Letonia, Lituania, Noruega, Países Bajos, Polonia, Portugal, Reino Unido, Rumanía, Turquía además de los últimos dos a integrarse en la alianza: Finlandia y Suecia. Desde la primera edición en 1971, los Baltops han incrementado su sofisticación, número de participantes y cantidad de medios operantes, además de dar la impresión de tratarse de una provocación ni siquiera muy disimulada hacia el “enemigo”.
En este contexto los analistas cavilan que el razonamiento del presidente ruso es elemental: la decisión de Biden de permitir a Ucrania utilizar misiles y artillería estadounidenses para golpear objetivos dentro de Rusia y defender las regiones nororientales de Ucrania ciertamente ha agravado las tensiones, y estas maniobras militares en el Caribe pueden verse como una táctica de Moscú para enviar un mensaje de fuerza, disuasión y amenaza que utiliza “respuestas asimétricas” y subrayar su influencia en Latinoamérica. Es cierto que décadas después de la mencionada crisis cubana, parece que las grandes potencias actúen de manera dramática para que las nuevas generaciones conozcan de mano al “fantasma de la Guerra Fría”.
Condenas tibias y ninguna sanción contra Rusia de parte de los países latinoamericanos
Para concluir, resumamos lo que Moscú pretende demostrar con estas operaciones que tienen en nuestra opinión primariamente un valor simbólico. Sin duda, confirmar que sigue siendo una potencia global y que puede intervenir militarmente con fuerza y disuasión en escenarios lejanos de sus fronteras, dar una respuesta asimétrica al fuerte compromiso de Estados Unidos con la guerra en Europa; responder con el mismo lenguaje a la OTAN que realiza contemporáneamente ejercicios cerca de sus fronteras. En realidad, Washington no ha considerado estas maniobras como una amenaza directa, no le ha atribuido una gran importancia, definiéndolas como una respuesta propagandística, que supervisaran sin preocupación.
Sin embargo, para comprender las acciones/reacciones de Moscú en este continente, es necesario analizar las relaciones existentes con los gobiernos sudamericanos. Hay los aliados históricos: Cuba, Nicaragua y Venezuela. Aquellos que condenaron formalmente la agresión rusa, pero que en la práctica tienen un fuerte sentimiento por Rusia, como Brasil y México. Finalmente, quienes más desaprueban la agresión rusa: Chile y Uruguay. La invasión de Ucrania provocó condenas bastante frías y ningún país se sumó a las sanciones impuestas por Occidente. Un dato importante: ninguno de los países que poseen armamento ruso ha entregado/vendido/donado equipos al país invadido.
Para el Kremlin de todos modos, América Latina es una clara oportunidad para confirmar su rol de potencia mundial e intimidar directamente a Washington. Por su parte, la relación con Rusia le da a América Latina autonomía y fuerza frente a EE.UU. y China.
Conseguir los apoyos para consolidar la posición en Latinoamérica
Es de dominio público que en los últimos años Rusia había firmado con diferentes países de la región docenas de convenios militares, culturales y de asistencia mutua. Los gobiernos izquierdistas de Brasil, Cuba, México, Nicaragua y Venezuela se han beneficiado de contratos de suministros de armamentos, capacitación y asistencia militar. Moscú antes de comprometerse en una larga y costosa guerra había concentrado importantes esfuerzos en realizar sus ambiciones políticas y hegemónicas con una estrategia basada en el uso de los medios de comunicación, las redes sociales, la diplomacia. Sergei Lavrov, Ministro de Relaciones Exteriores visitó en abril 2023, en pleno conflicto, a Brasil, Venezuela, Nicaragua y Cuba. Sus principales propósitos en América Latina se ubicaban en conseguir los apoyos necesarios para consolidar y reforzar su posición en el continente, pretendiendo presentarse como país de referencia en alternativa a la Unión Europea, los Estados Unidos y principalmente China que ya desde hace varios años se ha posicionado como socio comercial privilegiado, en el Caribe, centro y Sudamérica.
No es casualidad que las acciones de Rusia en el continente hayan sido definidas como una “ofensiva diplomática”: en un sistema internacional en transición aún incapaz de dotarse de un orden globalmente aceptado y compartido, las grandes potencias, o aquellos países que así lo perciben, compiten entre ellos para ganar aliados, recursos y ejercer su influencia sobre los países cuya posición en el tablero estratégico aún es incierta.
Aunque Rusia haya encontrado una amplia aceptación en la izquierda latinoamericana al poder, que ha ido creciendo en las últimas elecciones (véase Chile y Colombia), su acción no ha respondido solamente a una motivación ideológica, sino a un criterio pragmático. Aspirar a apoyos para generar un ambiente favorable a sus intereses, que, resulte también un obstáculo para sus competidores. En este sentido, la excelente aceptación encontrada en las naciones gobernadas por líderes “progresistas” le permite establecer temas de convergencias y marcar el camino para incrementar su presencia en estos países y en el continente.
*Andrea Guidugli
Consultor y periodista, nacido en La Spezia, Italia un 25 noviembre.
Miembro de la Federación Periodistas de la ciudad di Madrid, periodista y opinionista acreditado en la Federación Internacional de la Prensa de Bruselas.
Director de Ventas para América Latina y España en la firma OTO Melara.