*Andrea Guidugli
La Spezia, Italia.- Gran parte de mi familia vive en Estados Unidos y siempre han sido profundamente democráticos. En diciembre de 2020, un familiar estadounidense me escribió un mensaje preguntándome si nosotros los europeos estábamos contentos con la nominación de Biden a la Casa Blanca. Yo, que no represento a los pueblos europeos, respondí enviando el artículo de un periodista italoamericano que proviene de una cultura socialista y que escribe para un periódico de izquierda, publicado antes de las elecciones. Por mi parte, yo no había añadido nada, ni siquiera una sílaba. El título del artículo era “Por qué espero que gane Donald Trump”, y el periodista justificó su ilusión con estas palabras: “Cuando me preguntan por quién votaría… como estadounidense, no tendría dudas como no las tienen todas las personas cuerdas, educadas y cultas que viven en Estados Unidos y que forman parte de mi familia y mi círculo de amigos….”. ¡El familiar no me ha vuelto a hablar desde ese día! Este episodio me hizo comprender cómo habían cambiado los estadounidenses a lo largo de las últimas décadas y me sirvió de advertencia para no declarar abiertamente mis ideas…… con mi familia. De hecho, la actual América Demócrata está poblada por personas que, al hacer gala de su orientación política progresista o inconformista, tienen una actitud rígida o despectiva hacia quienes no comparten sus ideas. Conté este episodio porque me lo recordó el debate de hace unos días entre los dos candidatos presidenciales de 2024, porque muchas de las dudas que tenía con motivo de la elección de Biden se habían hecho realidad. En Italia, pero no sólo, desde el principio se planteó la hipótesis de que la muerte o enfermedad del presidente dejaría el campo abierto para una nominación automática de Kamala Harris (negra y mujer). Un sueño americano, intentado anteriormente por Hillary Clinton. Tener una presidenta y además una mujer negra habría sido la culminación de un camino “woke” de la democracia más grande del mundo. Estas hipótesis, sin embargo, ya revelaban una sensacional debilidad del presidente, que luego se manifestó inequívocamente, durante su mandato, en todos los matices conocidos y desconocidos.
La pregunta era: ¿quién tiene el timón de la democracia americana?
Casi de inmediato surgieron especulaciones sobre quién estaba realmente a cargo de la Casa Blanca. Una pregunta legítima, desgraciadamente desairada y censurada por el entorno del Presidente (comprensible) y por el Partido Demócrata, que todavía no estaba listo para abordar la grave situación. Sin embargo, en los últimos días el partido ha tenido que darse cuenta de que presentarse a las elecciones y permitir que el actual mandatario continúe su campaña electoral probablemente conducirá a una derrota segura. El equipo del Presidente ciertamente tiene una gran confianza en sí mismo, porque lanzar a Biden en la cancha de un debate de tal importancia y dificultad ha demostrado que no sólo el Presidente no está en plena capacidad, sino también el personal que lo rodea, lo asiste, lo asesora, no posee todas las facultades necesarias para dirigir la potencia nuclear más poderosa del mundo. No menos importante en las decisiones de su entorno es la conocida lealtad del Presidente hacia todo su equipo: nunca ha despedido a nadie, ni siquiera, por ejemplo, a uno de los principales artífices del desastre afgano como el asesor de seguridad nacional Jake Sullivan.
Ciertamente, no fue necesario esperar hasta el 28 de junio, porque en los últimos meses las caídas, no solamente físicas, sino también aquellas de imagen, del jefe de la Casa Blanca fueron embarazosas. Recordamos una de las más impensables, el helado en Van Leuwen’s en Nueva York. Pensad a un Presidente estadounidense haciendo declaraciones sobre la guerra en Gaza y sobre improbables acuerdos de alto el fuego con el fin de proteger la población palestina de un supuesto “genocidio” en una heladería. Pensad a un presidente estadounidense que la imaginación colectiva considera al que tiene en sus manos los destinos de buena parte del mundo, discutiendo sobre el conflicto de Gaza, lamiendo un buen helado de pistacho. O cuando en abril catalogó la afluencia de niños inmigrantes en la frontera sur del país como una “crisis”. La Casa Blanca se apresuró, de manera un tanto inexplicable, en afirmar que la posición manifestada por el Presidente no era la posición de la Presidencia. Suena como un juego de palabras, pero dramáticamente no lo fue. ¿Cómo es posible que recién ahora todos se hayan “dado cuenta” del problema del rápido envejecimiento del Presidente?
La vicepresidente es menos popular del presidente
Y entonces hemos tratado de imaginar qué sucede en la sede del poder mundial y quién podría tomar las decisiones más importantes y vitales cuando se presente la oportunidad, probablemente con más frecuencia de lo que pensamos.
Ciertamente no es la Vicepresidenta. De hecho, Kamala Harris ha demostrado que no sabe expresar un mínimo liderazgo, es una persona que no despierta ninguna empatía ni simpatía, que es incluso menos popular que el propio Presidente y por esta razón relegada a tareas meramente protocolares. Durante su mandato, por ejemplo, no obtuvo resultados determinantes en uno de los argumentos favoritos de Trump, la crisis migratoria con México y, al revés, provocó reacciones discordantes que le han alejado el favor, incluso, de los electores democráticos. Además, el entorno del Presidente nunca la aceptó verdaderamente en sus filas. Kamala estuvo ausente de Camp Darby cuando el Presidente se preparaba para el debate con Trump.
El “Staff”, los familiares, los amigos. Un círculo mágico de cuidadores
¡Los demás! El equipo personal, está formado en su mayoría por funcionarios, amigos, colaboradores, familiares, todos decididamente mayores. Tienen acceso directo al Presidente e influyen en sus decisiones. Disfrutan del privilegio de poder decirle a Biden lo que piensan cara a cara, incluso en desacuerdo directo, aunque a él no le guste que lo contradigan. Algunos de estos asesores acompañaron a Biden a Camp David para preparar el debate con Donald Trump. Desafortunadamente con los resultados que pudimos ver en la televisión.
Ted Kaufmann (85 años), asesor del Presidente, siempre presente en todas las decisiones políticas tomadas por Biden durante su carrera. Su primer jefe de gabinete en el Senado fue él quien organizó su primera candidatura presidencial en 1998 y fue él quien forjó vínculos con empresas con sede en Delaware, el pequeño estado de la costa famoso por ser la Suiza de los EE.UU., es decir, el “paraíso fiscal” de los estadounidenses y de los huérfanos europeos, rusos, africanos de las atractivas cuentas corrientes secretas del viejo continente.
Ron Klain, 62 años, jefe de gabinete hasta febrero de 2023. Ha trabajado con muchos, Bill y Hillary Clinton, Al Gore, Barak Obama, Fannie Mae. Lobista sin escrúpulos, pasó del sector público al privado y ahora es el jefe de los abogados de Airbnb. No es del agrado especial de Jill Biden, la esposa del Presidente, y se ha convertido en la figura más poderosa del entorno del mandatario. Interpretado por Kevin Spacey en la película Recount, siempre supervisó la preparación de los discursos de Biden. Presente en Camp David para preparar el enfrentamiento con Trump, ciertamente subestimó las cualidades y posibilidades del Presidente para superar la dura prueba.
Jill Biden, 73 años, esposa del mandatario, parece haber tomado el asunto en sus propias manos tras el desastre con Trump. La primera mirada de Joe al final del debate se dirigió inmediatamente hacia ella, quien lo tranquilizó susurrándole que todo había ido bien y que él había respondido a todas las preguntas. Jill es quien se opone firmemente a la presión de los demócratas para que Biden se retire de la campaña y quien está viajando por todo el país para asegurar a los grandes donantes que no hay problemas y que Biden continuará.
Mike Donilon, 65 años, asesor principal, es el estratega del Presidente para sus campañas electorales, define su mensaje político, diciéndole a Biden cómo hablar, de qué hablar, cuándo hablar. Él tampoco podía faltar a Camp David en preparación para el debate.
Chris Coons, un “joven” de 61 años, empezó como republicano, luego vio donde soplaba el viento favorable, cambió de opinión y se unió a los demócratas, fue nombrado senador por Delaware y reemplazó a Ted Kaufman (otra vez él) en la cámara alta del Capitolio. Uno de los asesores presidenciales menos expuesto. Parece no haber participado en las decisiones relativas a la derrota del 28 de junio.
Valerie Biden, 78 años, hermana menor del presidente. Siempre presente en su vida, ella se hizo cargo de él y de sus hijos cuando perdió a su primera esposa. Dirigió todas sus campañas electorales y Forbes la incluyó entre las 50 mujeres más poderosas de Estados Unidos. No desempeña funciones políticas ni administrativas, pero se la considera una especie de Richelieu de la Casa Blanca.
Los destinos del mundo en manos de personas no elegidas por los votantes
En definitiva, los asesores, junto con la hermana y la esposa del Presidente, son los titiriteros detrás de Biden, son quienes toman las decisiones y dirigen las líneas económicas y políticas de la administración, las de la guerra en Ucrania, hacia China y su abrumadora economía, las de la OTAN y de la alianza con Europa. Los militares aparentemente no aparecen, mantienen un perfil muy bajo. Ciertamente, la lealtad a la Constitución y al Estado nunca se cuestiona, excepto en las películas de Hollywood, que ocasionalmente producen teóricos de la conspiración inmorales que quieren iniciar guerras atómicas. En Washington, sin embargo, la joven vieja democracia estadounidense continúa como si nada hubiera pasado, garantizando al país una estabilidad absoluta, aunque con un Presidente incapaz de tomar decisiones de forma independiente, y sus amigos y familiares que prácticamente contribuyen a decidir el destino del mundo, sin haber sido elegidos por el pueblo, que en noviembre, seguramente, en la cabina electoral o por correo exigirá su cuenta .
*Andrea Guidugli
Consultor y periodista, nacido en La Spezia, Italia un 25 noviembre.
Miembro de la Federación Periodistas de la ciudad di Madrid, periodista y opinionista acreditado en la Federación Internacional de la Prensa de Bruselas.
Director de Ventas para América Latina y España en la firma OTO Melara.