La Venezuela de Chávez a Maduro y al Esequibo

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*Andrea Guidugli

La Spezia, Italia.- Quienes vivimos o hemos vivido, trabajado y establecido relaciones en el continente latinoamericano sabemos que las disputas fronterizas no son hechos raros. Trabajando en el sector militar, estas disputas son evidentes, conocidas, a veces sufridas, a veces definidas, pero siempre presentes. Sólo una pequeña parte de las fronteras actuales de la región se remontan a la época colonial, luego hay fronteras que han sido modificadas ya sea por la fuerza o por canales diplomáticos. Cuando comencé a viajar por Sudamérica recuerdo que se me quedó grabada la frase “países hermanos”, luego poco a poco me di cuenta que los motivos de disputa eran más que los realmente conocidos en la lejana Europa, que también había dado a luz a los conquistadores y por ende a los prolíficos descendientes que actualmente viven en el continente y los países hermanos para mí se cambiaron en parientes serpientes.

Por mencionar algunos conflictos o disputas tenemos: Chile-Perú, Chile-Bolivia, Ecuador-Perú, Chile-Argentina, Colombia-Nicaragua, Bolivia-Paraguay, Colombia-Venezuela y ciertamente dejé afuera al menos un par. Entre ellas tenemos la disputa Venezuela-Guyana por la enorme y rica región del Esequibo. Una larga lengua de tierra de 160 mil kilómetros cuadrados, con menos de un millón de habitantes, de los cuales quizás 125 mil se encuentran en la zona en disputa, pero estos 125 mil son “propietarios” de diamantes, oro e hidrocarburos. Por cierto, 20.000 son venezolanos que han huido del país caribeño o se han mudado en busca de un futuro mejor.

Venezuela, que alguna vez fue un país donde emigraba gente de toda América Latina y de Europa, ahora tiene de sus 30 millones de habitantes una diáspora de 7 millones de fugitivos en todo el mundo. Una multitud de personas que huyen de la pobreza a la que se ha quedado el que alguna vez fue el país más rico de América Latina y ahora es el más pobre, incluso por debajo del nivel de Haití. El PIB se ha reducido un 80% en 10 años. La producción de petróleo se ha desplomado de 3 millones de barriles por día a un mínimo de 300.000, aunque en los últimos días ha vuelto a subir a casi un millón, insuficiente para mantener funcionando eficientemente a un Estado en quiebra. La pobreza está entre el 81 y el 90% con salarios mínimos de 3,50 dólares al mes.

El presidente eterno Hugo Chávez

El responsable de todo esto fue un golpista fallido, detenido, encarcelado que, una vez amnistiado, llegó realmente al poder gracias a sus dotes de orador. Recuerdo en mis viajes a Caracas el tiempo que pasé unos domingos escuchando su programa en cadenas unificadas, que ocupaba casi todo el día con proclamas, populismo, anti-política, posmarxismo, visitas a fábricas estatales u obras impulsadas por la revolución o incluso para ocupar empresas que consideraba hostiles a él. El presidente sabía lo que hacía, un fenómeno televisivo al servicio de una ideología ecléctica que verdaderamente traspasó la pantalla.

Cuando llamó a uno de sus ministros para solucionar los problemas de una madre en dificultades fue la apoteosis de su encanto populista. Votado repetidamente por la mayoría de los venezolanos que estaban con él por ser beneficiados de la redistribución de los ingresos petroleros, Chávez, para arruinar a una clase empresarial que percibía como hostil, además de acosarla en todos los sentidos, financió líneas de distribución por debajo del costo con bienes comprados en el extranjero. Los ingresos del petróleo no duraron, los precios del crudo cayeron y mucho porque la gestión de la petrolera estatal Pdvsa encomendada a personal incompetente y corrupto contratado para el amiguismo provocó el colapso de la producción.

En ese momento, las líneas de distribución estatales que habían descarrilado las líneas de producción y distribución privadas nacionales ya no eran sostenibles y Venezuela se encontró pasando hambre. La fortuna de Chávez fue el cáncer que lo extinguió el 5 de marzo de 2013, antes de que los resultados de esta devastadora política se hicieran evidentes, a sus ciudadanos, no al mundo que vio en su muerte la ocasión del cambio. Ahora podemos todavía encontrar venezolanos que con su camiseta roja se mantienen fieles a su memoria a pesar de estar en contra de su sucesor y continuador Nicolás Maduro, a quien le echan toda la culpa del viejo líder.

En realidad, Chávez había tenido un estilo autoritario, y muchas acciones de su régimen habían indicado claramente esta vocación: desde la forma en que los ciudadanos que habían votado en un referéndum para revocarlo fueron incluidos en una lista negra y luego discriminados, hasta la manera en que las administraciones locales conquistadas por la oposición fueron privadas sistemáticamente de poderes y fondos, hasta el truco con el que hizo celebrar un segundo referéndum para cambiar la Constitución para poder presentarse nuevamente después de perder el primero. Pero la forma en que se perdió ese primer referéndum indica que en cualquier caso la gente todavía votaba libremente en Venezuela y lo mismo lo demuestra el voto con el que la oposición ganó las elecciones políticas del 6 de diciembre de 2015, obteniendo 112 diputados frente a los 55 del chavismo.

Maduro, la violencia y la hoja de higo del Esequibo 

El heredero de Chávez, sin embargo, respondió con un golpe de estado que quitó los poderes a la Asamblea Nacional y la protesta popular resultante fue reprimida sangrientamente. El Informe Bachelet de la ONU certificó que en 2018 hubo 5, 287 muertes por “resistencia a la autoridad” mediante ejecuciones extrajudiciales, mientras que en 2019 el Observatorio Venezolano de Violencia declaró 5,283 víctimas por “resistencia a la autoridad”: así, en dos años, el régimen de Maduro habría reprimido cuatro veces más ciudadanos que la dictadura chilena, que sin embargo permaneció en el poder durante 17 años. En resumen, cuando los petrodólares ya no fueron suficientes para garantizar el consenso de manera clientelista, el régimen se quitó la máscara de democracia.

Si bien los venezolanos también emigraron para escapar del creciente autoritarismo, las elecciones posteriores fueron ganadas por Maduro en un clima de manipulación y con los líderes de la oposición incapacitados, incluso si la abstención masiva demuestra la crisis de un régimen que ni siquiera es capaz de imponer al pueblo a votar por ello, y es sólo capaz a quitarle los candidatos por los que votar. Sometido a presiones y sanciones internacionales, Maduro ocasionalmente finge llegar a un acuerdo con la oposición para celebrar elecciones libres. La última vez en Barbados, el 17 de octubre. Pero inmediatamente después, para distraer la atención, montó una campaña irredentista contra Guyana. Luego, pese a amplias garantías, se confirmó la inhabilitación de María Corina Machado, la candidata presidencial que ganó un plebiscito en las primarias de la oposición. 

La maldición de las materias primas

La Venezuela de Nicolás Maduro reapareció en el escenario de la política internacional a finales de 2023 con un referéndum en el que la población venezolana expresó su opinión con resultados “soviéticos” sobre la anexión a lo que en los mapas geográficos del país siempre se ha presentado como “Zona en Reclamación”: el Esequibo. Sin lugar a duda sobre el resultado, que era previsible, la mayoría de los electores votaron “sí”, con una aportación histórica de 10.554.320 votos. Nicolás Maduro celebró con palabras altisonantes lo que definió como “una victoria histórica” ​​que demostró “que Venezuela tiene un sistema electoral transparente y accesible”. Además de relanzar una idea patriótica necesaria para permitir a su gobierno recuperar espacios y consensos, que se han ido desmoronando debido a la crisis que afecta a sus instituciones, cabe señalar que las elecciones presidenciales se celebrarán en 2024 y su oponente de derecha, María Corina Machado, inhabilitada, va ganando puntos y votantes.

La segunda razón es puramente económica. Guyana tiene numerosos riquísimos yacimientos del petróleo, la estadounidense Exxon Mobil ha identificado más de 30 áreas de extracción frente a la costa atlántica, de su zona exclusiva. Escondidos en el subsuelo de la pequeña nación, según las estimaciones más optimistas, se encuentran nada menos que 11 mil millones de barriles de petróleo crudo que, con un rápido desarrollo de más de los 30 descubrimientos por parte de Exxon, ha pasado de la primera localización a la primera extracción en sólo cuatro años, alcanzando aproximadamente 400 mil barriles diarios.

No cabe duda, sin embargo, que el temor a posibles acciones agresivas que pueda implementar el país vecino a los tranquilos habitantes del Esequibo que han declarado no estar preparados para una posible anexión, de la que nadie les ha informado, pero, sobre todo, nadie les ha consultado al respecto. La mayoría de las personas que habitan esta tierra pertenecen a las poblaciones indígenas. Se mueven por la selva casi inexplorada y muchas veces viajan entre Guyana y Venezuela sin cruzar puestos fronterizos, son fronteras fluidas. Su única esperanza al final es que todo esto sea mentira o simplemente propaganda. Al fin y al cabo, son pocos, no causan problemas y les gustaría seguir viviendo su vida tranquila en su magnífica y exuberante tierra.

Mirando esta situación desde un punto de vista europeo y un poco cínicamente, también podríamos atrevernos a decir que en Guyana las disputas que apasionan los debates políticos en la pobre Europa y en la democrática California sobre el futuro de los automóviles endotérmicos en favor de los inciertos coches eléctricos son de poco interés. 

*Andrea Guidugli

  • Consultor y periodista, nacido en La Spezia, Italia un 25 noviembre.
  • Miembro de la Federación Periodistas de la ciudad di Madrid, periodista y opinionista acreditado en la Federación Internacional de la Prensa de Bruselas.
  • Director de Ventas para América Latina y España en la firma OTO Melara.

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