- A través de la historia de la humanidad las guerras se han desatado solamente por una sola razón. Una nación deseaba con urgencia lo que otra nación tenía, y al comprobar que era evidente la incapacidad de su vecino para defender su soberanía, los planes de batalla y las justificaciones para dar inicio al conflicto… sobraban.
*José Miguel “Mike” Pizarro
Miami, EE.UU.- Parece increíble, pero en América Latina aun nos gusta darles la espalda a las emergencias, resistir la realidad y desconocer el sentido común. Con acceso en la punta de los dedos a siglos de datos históricos y científicos, todavía nos cuesta entender que la sola percepción de abandono y vulnerabilidad de un vecino son una oportunidad histórica y una invitación irresistible que provoca velozmente la agresión del que se auto percibe más fuerte.
Al 25 de junio del 2023, las consecuencias de la guerra en Ucrania finalmente se han expandido por todo el continente europeo hasta alcanzar a cada uno de los países miembros de la OTAN, incluyendo ahora a naciones que durante más de 78 años se las habían arreglado para declararse “neutrales”, pacifistas a toda prueba, “políticamente agnósticos” y si era necesario hasta ciegos, sordos y mudos con tal de mantenerse alejados de cualquier posible conflicto con Rusia.
La guerra en Ucrania ha demostrado la peligrosa fragilidad de esa idea académica de la “paz eterna” en el mundo moderno y en cambio ha comprobado la total vigencia — en pleno siglo 21 — que la opción bélica es todavía un camino plenamente válido para solucionar problemas políticos y económicos, especialmente cuando una o más naciones perciben que su propia existencia está en peligro. Hace 30 años atrás alguien dejó entrar la ingenuidad al corazón de Europa y el viejo continente, quizás ya cansado de tantos siglos de guerras, volcó sus energías en construir una maravillosa Unión Europea llena de comodidades y prosperidad pero olvidando, quizás a propósito, tomar las precauciones necesarias para proteger su nuevo hogar. Hoy Europa está más vulnerable que nunca y todos, absolutamente todos sus países miembros, acaban de iniciar su proceso de rearme… el más grande de los últimos 100 años.
Quien escribe esta columna tiene la humilde experiencia profesional de 35 años desempeñando roles como oficial de ejército, empresario de la industria de defensa internacional, Infante de Marina norteamericano, años de trabajo en zonas de combate como Irak y Colombia, sumado a décadas como analista militar en las mejores revistas de defensa en Europa, América Latina y CNN en Español. La guerra es mi única profesión, estudiarla diariamente es claramente mi pasión y ganarla — mucho antes que se dispare el primer proyectil — es la obligación que demanda mi condición de oficial de ejército en retiro. La paz duradera solo se protege con la constante aplicación del intelecto, el pensamiento crítico, el profesionalismo y la acción firme y decidida.
Tratar de explicar entonces cómo podríamos llegar a ser arrastrados en los próximos meses a una nueva guerra — o incluso a varias de ellas — es mi responsabilidad como profesional de la defensa.
Un poco más de contexto:
A finales de 1945 y tras casi una década de guerra y 110 millones de muertos todas las naciones del mundo estaban financiera y militarmente devastadas y sin posibilidades de reconstruirse así mismas.
La única potencia mundial en condiciones de generar paz, seguridad y prosperidad económica eran los Estados Unidos, quien ofreció a todos sus aliados un sistema de seguridad global basado en garantizar el comercio mundial a través de la protección otorgada por su Marina de Guerra a todas las rutas de comercio marítimo en cada rincón del planeta. El sistema funcionó pues logró generar — por primera vez en la historia de la humanidad — un mecanismo de intercambio económico globalizado en donde todos, absolutamente todos los actores internacionales podían intercambiar libremente cualquier tipo de productos y bienes con cualquier nación del mundo, sin restricciones a cualquier hora, en cualquier puerto y sin costo de seguridad alguno.
La Marina de Guerra de los Estados Unidos garantizaba que todos y cada uno de los buques de carga que integraban las flotas navieras alrededor de todo el planeta siempre llegarían rápidamente a cualquier puerto en cualquier continente de forma permanente, puntual y con toda su carga. Lo único que Estados Unidos pedía a cambio de absorber el costoso y monumental servicio de seguridad gratuita era simplemente que las naciones firmantes no se unieran a la Unión Soviética. El sistema funciono a la perfección y la Unión Soviética dejo de existir en 1991.
Sin darse cuenta, y en su esfuerzo por crear un sistema de seguridad global contra el comunismo, los Estados Unidos crearon la primera economía globalizada en la historia de la humanidad.
América Latina vive hoy dentro de este sistema de economía globalizada creada por Washington hace más de siete décadas, y esto es importante. En términos prácticos eso significa que todos y cada uno de nuestros buques de guerra, avanzados aviones de combate y modernos vehículos terrestres tienen más del 80% de sus repuestos y componentes críticos, incluidos todos los microchips y semiconductores necesarios para operar todos nuestros sistemas de armas avanzadas, sistemas de telecomunicaciones satelitales, radares y misiles en las manos de proveedores internacionales distribuidos en Europa, Asia y en los Estados Unidos.
Lamentablemente, y en lo que respecta a la adquisición — a partir de hoy mismo — de nuevas aeronaves, modernos buques, submarinos, vehículos de combate y todos sus sistemas de armas y municiones asociadas, pues… lamento decirles que más del 90% de estas maravillas tecnológicas son fabricadas fuera de nuestra región. En pleno siglo 21 nuestra dependencia para el mantenimiento, modernización y adquisición de nuevas capacidades de combate descansa total y absolutamente en potencias extranjeras ubicadas a miles y miles de kilómetros de nuestras fronteras.
Tras más de 200 años de historia como naciones independientes, una vez más nuestros líderes demuestran que son incapaces de aprender la lección dejando ya por siglos a toda nuestra región absolutamente vulnerable e indefensa frente a las nuevas amenazas que nacen de los conflictos bélicos globales que ahora empiezan a llegar a nuestras costas. 100 años atrás, cuando no existía la globalización, las guerras en Europa tuvieron efectos leves, lentos y muy distantes en nuestra América Latina. Hoy en día la caída de la economía Europea y de su industria tiene efectos instantáneos en nuestra región. En lo puntual, a partir del 1 de enero del 2024 la posibilidad de comprar nuevos sistemas de armas y mantener los que ya tenemos en su máximo estado de alistamiento será prácticamente una misión imposible. Los que deseaban nuevos tanques, aviones y barcos se quedaran sin ellos por una década y los que ya los tenían sufrirán para mantener lo que ya compraron.
La guerra en Ucrania ha desatado casi dos años de sanciones económicas extremas en contra de Rusia, una de las economías más grandes del planeta quien ahora solo puede abastecer a menos del 25% de sus clientes alrededor del planeta tierra. Ese número se reducirá a 5% el 1 de enero de 2024 generando el colapso total e irreversible de la economía Rusa. A menos, claro está, que reconozca su derrota militar, se retire de todos los territorios Ucranianos y regrese la península de Crimea a Kiev.
Mientras Europa del Este arde en llamas al otro lado del planeta las cosas están aún peor. Las agresivas y desesperadas acciones de China combinadas con su delicada situación económica producto de su total y masiva dependencia a la exportación de petróleo extranjero y su casi inexistente fuerza laboral — pues carece de mano de obra joven bien entrenada en escala suficiente para mantener la gigantesca matriz industrial que demanda su economía — han destruido las líneas de abastecimiento agrícola, petroleras, y de productos vitales para el mantenimiento de una economía global interconectada y de la cual China era absolutamente interdependiente.
Para fabricar cualquier tipo de producto China lo exporta todo, recibe los componentes desde múltiples fuentes alrededor del mundo, los integra en sus líneas de ensamblaje, empaca el producto final en cajas de cartón selladas para luego venderlo en el mercado internacional. Pero sin acceso a materias primas, sin trabajadores jóvenes y alejada de los mercados globales, aislada y arrinconada con masivas sanciones internacionales su economía se puede desplomar en meses. Hoy en día fabricar un auto, un refrigerador o un televisor es cinco veces más barato hacerlo en México que en China y eso es una sorpresa para Pekín y un gran orgullo para nuestra América Latina.
La vulnerabilidad del frágil sistema industrial Chino es tan extremo que su colapso – ese de nivel catastrófico- podría hacerse evidente antes del año 2029. Mucho antes. Por ejemplo, la ausencia de tan sólo un elemento, un solo componente en este microcosmos logístico, uno que estaba delicadamente interconectado a esa línea de ensamble significa que la cadena de suministros se detiene de forma instantánea por meses. Sin embargo, si la razón del retraso se debe a un conflicto bélico de larga duración entonces la recuperación de esa cadena logística tomará décadas provocando de forma instantánea crisis alimentarias de niveles bíblicos en todos los países dependientes de recursos vitales — fabricados en China — y que debían llegar por mar en calidad y cantidad a tiempo para evitar la aparición de otras crisis asociadas.
Sin más acceso a la avanzada tecnología occidental, hoy en día China ya no fabrica los mejores productos al mejor precio y sus grandes fábricas han empezado a cerrarse. El 15 de febrero de este año, Apple le anunció al mundo el cierre final de sus fabricas en China y su reinstalación en India y Vietnam. Nike, Adidas, Samsung y 100 empresas más se fueron de China en 2022 y están abriendo sus nuevas fábricas en México. El cambio es irreversible.
La situación actual
Europa se ha quedado hoy sin petróleo ruso, prácticamente no tiene población joven y se encuentra amenazada por Rusia quién no se detendrá — a pesar de todas sus pérdidas humanas y materiales — hasta obtener la victoria final. El inevitable conflicto entre China y todo el continente asiático (y entiéndase con toda claridad que los adversarios de China son Australia, Japón, Nueva Zelanda, Filipinas, Taiwán, Singapur, Vietnam, Estados Unidos e Inglaterra) quienes se enfrentarán con todas sus fuerzas a la expansión comunista, ha combinado un escenario global en donde todas las potencias europeas y las grandes naciones asiáticas han comenzado a modernizar y adquirir en masa nuevos sistemas de armas aéreos, navales y terrestres.
Sus necesidades obligan hoy a la industria de defensa mundial a satisfacer sus requerimientos de forma inmediata. Esta realidad, en términos simples y sencillos, significa que América Latina se ha quedado hace ya varios meses atrás sin acceso a sistemas de armas avanzados en cantidad y calidad suficientes como para defenderse de un conflicto bélico que sin duda va a detonar en nuestra región en un futuro próximo, producto de la desastrosa situación económica planetaria.
Lo voy a repetir. Europa y Asia (o las 40 naciones mas ricas del planeta) han comenzado a armarse a una velocidad y en una escala que no se veía desde hace mas de un siglo. O dicho en términos aun mas prácticos, si Argentina quería aviones de guerra, Colombia buscaba tanques, Chile nuevos submarinos y el Perú fragatas… pues les toca hacer fila y esperar una década. Los fabricantes tienen otras prioridades.
La ausencia de petróleo, gas natural, fertilizantes y sistemas tecnológicos para mantener funcionando nuestras fábricas e industrias agrícolas provocarán hambrunas, descontento civil masivo y levantamientos populares. Ninguno de estos escenarios fue previamente analizado por nuestros irresponsables líderes y hoy ya comenzamos a ver la caída — casi en cámara lenta — de todos los gobiernos latinoamericanos en el foso profundo del caos populista, el desorden económico y el terror de vivir en una región sin ley bajo el control casi absoluto de gigantescos ejércitos narcotraficantes y poderosos e inteligentes carteles que controlan congresos, senados y gobiernos en prácticamente toda la América del Sur, Centroamérica y el Caribe.
Sin una industria de defensa independiente y sin la capacidad de crear, diseñar, fabricar, mantener y reparar nuestros propios sistemas de armas aéreos, navales y terrestres, hemos quedado finalmente en el más completo abandono tecnológico y logístico para sostener nuestra defensa nacional. La ausencia de fuerzas militares robustas, bien equipadas, altamente entrenadas y confiables son caldo de cultivo y una invitación para aventuras locales, invasiones vecinales, conflictos bélicos fronterizos en búsqueda de islas, litio, agua y fuentes energéticas y representan el terreno ideal para el levantamiento y activación de políticas revolucionarias que buscarán instalar por la fuerza su forma de pensar y sus sistemas de gobierno dictatoriales.
*José Miguel “Mike” Pizarro / Ex oficial del Ejército de Chile, graduado de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE), analista de Defensa de CNN en Español, ex U.S. Marine y veterano de 4 años de la guerra en Irak. Ex oficial de artillería de montaña, comandante de tanques pesados M1A1 Abrams y ex asesor militar norteamericano en Colombia.