Ucrania y todo lo erróneo de los Estados Mayores latinoamericanos

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“Siempre que enseñes, también enseña a dudar de todo lo que enseñes”: José Ortega y Gasset.

*José Miguel “Mike” Pizarro

Bogotá, Colombia.- La invasión rusa de Ucrania, una acción militar masiva, de escala mundial ejecutada con brutal violencia, sin aviso previo ni declaración de guerra nos recuerda que, en el siglo 21, los conflictos bélicos no han desaparecido, que estos pueden durar años, arrasar con naciones completas, exterminar a su población civil y con sus efectos modificar por completo la economía y el futuro del planeta en cosa de semanas. En América Latina existe la idea de que hay naciones inmunes a esta realidad y que eventos como invasiones “inesperadas”, conflictos bélicos de alta intensidad y que la mismísima guerra en cualquiera de sus formas, no puede tocar nuestras puertas simplemente porque el tema nos resulta incómodo. Esta percepción utópica que ignora la lógica, la historia y el sentido común puede ser considerada como ignorancia peligrosa.

América Latina es un inmenso y riquísimo continente con 33 países (naciones caribeñas incluidas) abarca 24 mil kilómetros cuadrados, posee más de 650 millones de almas y contiene las reservas de agua dulce y petróleo más grandes sobre la faz de la tierra, además del 50% de las selvas y la mayor biodiversidad tropical de todo el planeta. Si también proyectamos sus zonas de influencia oceánica, sus masivos recursos marítimos y antárticos nos damos cuenta de que estos abarcan casi la mitad del mundo occidental. Aun así, y operativamente hablando, sus Fuerzas Armadas continúan siendo básicamente irrelevantes, pobremente equipadas y con un nivel de entrenamiento, doctrina de empleo y capacidades operativas muy similares a las de una guardia costera.

Con la discutible excepción de dos países, el 90% de la región carece de tanques principales de batalla, moderna artillería de campaña, cazabombarderos, misiles, municiones de todo tipo, submarinos, destructores y fuerzas acorazadas -en calidad y cantidad- para combatir por más de una semana frente a un agresor externo equipado con modernos sistemas de armas y soldados profesionales. Una semana, transcurrido el predecible proceso inicial que conlleva la completa evaporación de cualquier fuerza que lancemos al combate, los militares que sobrevivan tienen órdenes de constituirse en fuerzas de resistencia bajo el formato de guerrillas y acosar como puedan al invasor.

No es la intención de este autor el realizar un análisis político del actual estado operacional de nuestras fuerzas armadas, pero sería ingenuo ignorar que, en una democracia es precisamente la política de un Estado la que orienta, mantiene o deteriora los niveles de calidad y eficiencia de sus fuerzas de defensa. No los militares. Simultáneamente, un buen ensayista debe poseer la capacidad de resumir temas extraordinariamente complejos en términos sumamente simples, precisos y concisos.

En este orden de ideas podemos sintetizar que los dos problemas críticos y de mayor envergadura, que afectan cualquier proceso de modernización son la ausencia de nuestra propia industria de defensa y la calidad de la educación militar de nuestras instituciones armadas en las áreas de entrenamiento de combate, doctrina operacional y cultura profesional. Dicho en términos simples, al carecer de sistemas de armas modernos no podemos entrenar ni mucho menos comprender los nuevos campos de batalla ni prepararnos para los actuales conflictos bélicos, pero la capacidad para defender nuestros territorios, recursos naturales y a nuestros propios pueblos, está actualmente reducida al intelecto de nuestros diplomáticos y a la capacidad de negociación de los Ministerios de Relaciones Exteriores.

¿Industria de defensa? América Latina no diseña, fabrica ni vende tanques de ningún tipo, como tampoco artillería, misiles, cazabombarderos, fragatas, submarinos, destructores, radares de largo alcance, vehículos blindados pesados, sistemas optrónicos, torpedos, UAV’s de ataque, etc. Nada. El caso brasilero, a quien admiramos y aplaudimos por sus esfuerzos en todas las áreas mencionadas anteriormente, son la excepción que confirma la regla. Lo ha fabricado casi todo y no lo ha comprado nadie.

Ni ellos mismos. Por esta razón todos sus tanques en servicio activo son de fabricación alemana, sus cazas construidos en Suecia, toda su artillería es europea y los buques y submarinos modernizados en astilleros locales jamás se alejan demasiado de la costa. El discurso nacionalista no puede nublar la vista ni el buen juicio frente a la realidad. Contrario a la creencia popular de los medios de prensa no especializados, los ejércitos y sus generales no fueron diseñados para liderar pelotones de 30 soldados.

Los ejércitos y sus estados mayores se equipan, entrenan y se perfeccionan para desplegar brigadas acorazadas y divisiones de infantería motorizada de entre 5 mil a 10 mil hombres cada una, y ojo, que un ejército en campaña con todas sus unidades de reservistas activadas y movilizadas, como podría ser el valeroso ejército colombiano o el mexicano, pueden desplegar fácilmente, tras varios meses de preparación, a más de medio millón de hombres en el campo de batalla.

Y aquí vienen las preguntas incomodas: ¿Hay fusiles, munición, uniformes, equipo básico de combate, mochilas, protección balística, visores nocturnos, granadas, radios tácticas, vehículos blindados, misiles antitanques, servicios logísticos para -por lo menos- transportar a la mitad de ellos a la batalla? ¿Tenemos raciones de combate, combustible y suficientes cohetes y piezas de artillería para cubrir su avance? ¿Poseemos el poder militar y tecnológico para obtener el control del espacio aéreo frente a cazas agresores de 4ta generación?

Este análisis básico nos lleva al siguiente “paquete” elemental de preguntas logísticas. Por ejemplo, si Ucrania dispara 100 misiles antitanque y 5 mil proyectiles de artillería y morteros al día para combatir solo a 150 mil soldados rusos ¿cuántos días de munición –en todos los calibres que se puedan imaginar- tiene Brasil para ir a una guerra? ¿Qué pasa entonces con todas las naciones latinoamericanas que no poseen fábricas de fusiles, munición, vehículos, aviones de ataque, barcos y submarinos? ¿cuál es la política de defensa del Estado que garantice la victoria o al menos disuada al agresor?

¿Educación militar? En menos de ocho años la OTAN pudo reentrenar y modernizar a las fuerzas armadas Ucranianas. Para ello les enseñó a estudiar la doctrina de empleo soviética, a determinar la distancia exacta entre los regimientos de tanques rusos y los desprotegidos centros de aprovisionamiento de munición y combustible adversarios, a realizar emboscadas multidireccionales, a destruir centros de acopio, arrasar columnas logísticas de entre 100 a 200 camiones cada una, dejando a miles de vehículos blindados sin una gota de combustible, bloquear sus comunicaciones, negarles el acceso a sus alimentos y eliminar a más de una veintena de generales de brigada en tres meses.

Al 24 de febrero del 2022, las Fuerzas Armadas ucranianas no superaban ni en número ni en tecnología a las chilenas, aun así Ucrania, modernizada institucionalmente con un nuevo cuerpo de generales, oficiales de Estado Mayor,  competentes comandantes de unidades tácticas y experimentados suboficiales, sargentos y cabos reentrenados con una doctrina de empleo moderno bajo un mando descentralizado que demanda acción e iniciativa de cada combatiente, logró dañar y derribar más de 300 aviones y helicópteros, averiar, destruir o capturar 5 mil vehículos blindados y dar de baja (entre muertos y heridos) a 45 mil soldados rusos, destruyendo el 25% del poder de combate del segundo ejército más poderoso del planeta en tan solo 100 días. ¿Cómo es posible semejante escenario? Se preguntaría José Ortega y Gasset.

Simple: sin industria de defensa nacional no existe un desarrollo tecnológico relevante, seguimos comprando sistemas de armas con 40 años de uso a proveedores que venden el mismo armamento a nuestros posibles adversarios, nos encadenamos a mediocres servicios post venta de partes y piezas fabricadas en otros continentes y condenamos a la ignorancia a una nueva generación de oficiales que aún no comprenden el rol del poder aéreo, desconocen la doctrina de la batalla aeroterrestre, nunca han experimentado la integración del campo de batalla ni menos aún han sido testigos del correcto funcionamiento de los sistemas de C4ISR en las unidades de armas combinadas.

Durante décadas se nos dijo que ni siquiera la OTAN podría derrotar al poderoso ejército ruso y que la pequeña Ucrania caería en un fin de semana. Hoy comprobamos que todo lo que nos enseñaron, al parecer estaba errado. El deber de todo militar profesional es continuar dudando de absolutamente todo lo que se nos enseñe. No paremos de preguntar.

*José Miguel “Mike” Pizarro

Ex oficial del Ejército de Chile, graduado de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE), analista de Defensa de CNN en Español, ex U.S. Marine y veterano de 4 años de la guerra en Irak. Ex oficial de artillería de montaña, comandante de tanques pesados M1A1 Abrams y ex asesor militar norteamericano en Colombia.

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