Venezuela debe liberarse de la dictadura de Maduro

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  • Venezuela e Irán dos países amigos, dos dictaduras feroces, con muchas afinidades que no quieren soltar las cadenas, porqué podrían considerarse países perdidos, pero no serán.

*Opinión / Andrea Guidugli

La Spezia, Italia.- En los últimos días docenas de periodistas están escribiendo sobre la situación que se ha originado en Venezuela tras las elecciones, que inmediatamente parecieron al mundo entero una farsa. Mientras un mundo obsesionado por el peligro de “la derecha” teme que una nueva victoria de Donald Trump pueda hacer caer a Estados Unidos en la pesadilla de una dictadura republicana, un poco más al sur, hay quienes viven la dictadura en carne propia desde hace años, con el resto de la humanidad observando con un interés bastante tibio. Leyendo los periódicos, escuchando las noticias y hablando con tantos amigos que, con valentía o quizás porque no tienen una alternativa válida o simplemente una posibilidad, todavía viven allí, recorrí una parte lejana de mi vida tanto personal como laboral.

Dos países, dos dictaduras inexpugnables

Remontándome a los años, comparé los dos países que visité por primera vez al principio de mi vida profesional: Irán y Venezuela. Dos países que, aunque distantes tanto geográfica como culturalmente, tienen mucho en común y que mantienen relaciones bilaterales duraderas (aún hoy el país de Oriente Medio se encuentra entre los pocos que reconocieron el resultado de la votación del 28 de julio), misteriosas (pensemos sólo en el vuelo Caracas-Teherán que desde hace años parece haber despegado vacío o casi vacío, al menos de pasajeros, de ambos aeropuertos) y desestabilizadoras (se han escrito muchas historias sobre la supuesta presencia iraní en Venezuela y América Latina). Bueno, con profundo dolor temo que estos podrían considerarse dos países potencialmente perdidos, y explicaré por qué a continuación. Escapé de Irán, del puerto de Bandar Boucher, en plena revolución, porque un grupo de fanáticos chiitas había incendiado el barco donde yo era huésped de la Armada iraní. Era diciembre de 1978, prácticamente mientras el avión de Air France “repostaba” en París para traer al Ayatolá Jomeini, partidario de un oscurantismo que ha ido creciendo a lo largo de las últimas décadas y que ahora ha superado en ferocidad a la dictadura “suave” del imperio de Reza Pahlavi.

Los años del dólar a 4.30

En el mismo periodo llegué por primera vez a Venezuela. Me recibió una temperatura maravillosa, música que nunca negaría, ron delicioso, amigos que seguirían siendo amigos hasta el día de hoy y por último, el dólar a las 4.30. Era una Venezuela que había empezado a crecer a un ritmo vertiginoso, había comprado las seis Fragatas Lupo a Italia, con un contrato que yo manejaría en los años siguientes, con muchas implicaciones agradables, incluido un estable ir y venir de Italia cada cuatro meses aproximadamente con la posibilidad de conocer el país en profundidad, y otros menos agradables, incluso presenciar la degradación absoluta en la que ha caído el país.

En esos años la clase media venezolana, que había comenzado a crecer gracias a los beneficios del petróleo, podía permitirse el lujo de pasar un fin de semana en Miami, pagar en dólares “reales” y regresar con maletas llenas de bienes que luego irían a la venta a amigos y conocidos, desencadenando ritmos virtuosos de bienestar para muchos. Era una Venezuela que se podía recorrer alquilando un auto yendo en busca de las maravillosas playas de Chichiriviche, o Playa Colorada, sin grandes temores de que te bloquearan en el camino y te robaran (si tenías suerte) todo, hasta la ropa que llevabas. Era una Venezuela orgullosa de su multiculturalismo, donde blancos y negros vivían uno al lado del otro sin el problema del racismo sigiloso, aunque a veces manifiesto, que había podido encontrar en Perú, Chile y Colombia. Era una Venezuela que construyó y creó obras públicas de las que el pueblo estaba orgulloso. Recuerdo la apertura del Metro de Caracas, los caraqueños lo mantenían limpio como sus propias casas.

Llega el Coronel Hugo Chávez, el presidente eterno

¡Y entonces la oscuridad! Comienza la era Chávez y el chavismo. En 1992, como Coronel del Ejército, intentó un golpe militar, cuyo fracaso le llevó a prisión, donde permaneció hasta 1994. Elegido Presidente, con elecciones libres, en 1998 y reconfirmado al frente del país hasta su muerte por cáncer en 2013. Una muerte que muchos ahora lamentan, porque al final Hugo Chávez fue mejor Presidente (durante un cierto periodo) y en cualquier caso mucho más inteligente que el actual Nicolás Maduro.

Tuve el placer y el honor de conocer al padre de un amigo, el Coronel Luis Alberto Peña, uno de los abogados que había asumido su defensa tras el intento de golpe de Estado. Por un largo tiempo visitó al preso en la cárcel de Yare prácticamente a diario y me confesó su profunda preocupación por lo que captaba en las entrevistas. El Coronel Peña, se enteró que Chávez quería transformar a Venezuela en una gran Cuba y una noche me dijo: “por suerte lo detuvieron a tiempo”. Lamentablemente sabemos cómo terminó.

En los 25 años de poder del partido de Chávez y Maduro el país ha atravesado una crisis económica sin precedentes y Venezuela se ha convertido en el factor principal de una de las crisis migratorias más grandes del mundo. Pero en última instancia, las tácticas probadas de coerción, intimidación, supresión y confusión de los votantes, combinadas con la capacidad limitada de la oposición para monitorear la votación, parecían haber inclinado la balanza a favor de Maduro. Como suele suceder en las dictaduras socialistas, el voto venezolano también estuvo manchado por numerosas irregularidades, pero esta vez los ciudadanos protestaron airadamente contra las acciones del gobierno en los centros de votación.

Pues bien, hoy nos encontramos ante el indigno heredero de Chávez que se proclama Presidente después de haber perdido sensacional y manifiestamente las elecciones del 28 de julio. El mundo, aparte de los habituales Irán, Rusia, China y los sudamericanos Honduras, Cuba y Bolivia, reconoce a Edmundo González como presidente electo. Incluso los países sudamericanos gobernados por mandatarios abiertamente de izquierda no han tenido le descaro de respaldar el escandaloso fraude electoral perpetrado por Maduro y su camarilla.

La situación actual encuentra a los principales países sudamericanos en posiciones diferentes, pero en general no apoyan al gobierno proclamado ilegalmente. Chile continúa a la espera de los resultados oficiales, que dado el tiempo transcurrido difícilmente podrían darle la razón a Maduro, mientras Colombia, México y Brasil creen tener la llave de la solución de la disputa derivada de la proclamación de Nicolás Maduro como ganador de las elecciones: celebrar nuevos cómicios en foco con la oposición y los socios regionales y con una amplia observación internacional e imparcial.

¿Pero sería posible repetir las elecciones?

¡En teoría sí! ¿Pero cuál sería el incentivo de Nicolas Maduro para someterse nuevamente a la voluntad popular? Él ya ha perdido, está acabado. El pueblo le dio las espaldas y las protestas posteriores, cruelmente reprimidas, demostraron un definitivo deterioro de su popularidad y una caída definitiva del apoyo de los venezolanos que alguna vez quizás tuvo, junto con los antiguos partidarios de Hugo Chávez que también los están dejando definitivamente.

Aunque las autoridades electorales, bajo el control del gobierno, declararon a Maduro ganador del proceso electoral, aún no han presentado recuentos detallados de las votaciones para respaldar la declaratoria. La ley venezolana permite que se realice una nueva votación cuando el Consejo Nacional Electoral o las autoridades judiciales anulen una elección que se considere fraudulenta o cuyo resultado sea imposible de determinar. La nueva elección debería realizarse dentro de los seis a 12 meses en las mismas condiciones en que se celebró la votación anulada y los mismos candidatos deberían aparecer en la boleta.

La propuesta fue rechazada decididamente por la oposición venezolana.

Nicolás Maduro se ha quedado “solo” y podrá permanecer en el poder “sólo” mediante el uso de la fuerza

Sabiendo que el régimen ha hecho trampas, hace trampas y volverá a hacer trampas, la oposición había creado la mayor organización de seguimiento electoral probablemente jamás vista en el mundo, lo que llevó a Maduro a declarar antes de las elecciones, con arrogancia, pero también ingenuidad, que permanecería en el poder “por las buenas o por las malas”.

Esto significó cometer un fraude generalizado y desatar la violencia de la represión. Pero también significó cerrar la posibilidad de un cambio pacífico y democrático, perpetuar la situación actual de Venezuela como santuario para el crimen organizado, generar más millones de migrantes que llegarán a América Latina, América del Norte y Europa, huyendo de un futuro predeciblemente sombrío, en un país que lleva años en quiebra.

Y ahora Nicolás Maduro se ha quedado solo, sólo con su espeso y anacrónico bigote y un cabello que después de 10 años de poder se vuelve canoso, solo con esa mirada cansada que es el indicador de las mentiras y de los engaños que ya son endémicos de su presidencia y solo con el apoyo de los únicos aliados históricos de Rusia, China e Irán. En el continente, sin embargo, el Presidente venezolano se ha visto aislado, excluido, marginado: incluso algunos de los países que deberían ser sus aliados por afinidades ideológicas lo están abandonando a causa de estos fraudes electorales. Miles de personas inmediatamente salieron a las calles para manifestar contra él. Las protestas se concentraron en Caracas, donde la policía intentó dispersar a los manifestantes lanzando gases lacrimógenos y balas de goma. Y dejando muertos y heridos en las calles. Las detenciones ilegales se suceden sin mirar a nadie a la cara, cualquiera que se atreve a cuestionar el resultado electoral entra en el radar de la policía y desaparece, a veces durante horas, a veces durante días, a veces incluso, desde hace semanas.

Es una demostración más de que cuando la dictadura es de izquierda, como ocurre en la gran mayoría de los casos, ya a nadie le importan los derechos humanos. De hecho, en los últimos meses hemos visto banderas venezolanas ondear en plazas europeas y estadounidenses junto a las del régimen terrorista palestino de Hamás y, en algunos casos, a las de la dictadura islámica iraní. En resumen, parece que a las nuevas generaciones occidentales les gustan las dictaduras, incluso las sangrientas, pero sólo si están estrictamente ancladas en la ideología marxista.

¿Venezuela-Irán países perdidos?

En Irán el advenimiento de la dictadura religiosa se remonta a 1978, 46 años, casi dos generaciones de terror durante las cuales fue posible cambiar las enseñanzas y plagiar a los jóvenes que serán los nuevos líderes del futuro. En las elecciones presidenciales de 2024, celebradas en julio, ganó Masoud Pezeshkian, considerado un “independiente reformista moderado”. Parecería una hermosa tarjeta de presentación, pero Masoud fue Ministro en el gobierno anterior, a pesar de que los comentaristas internacionales dicen que el nuevo Presidente tendrá que enfrentar la corrupción, la inflación, las sanciones, reabrir el diálogo con Occidente, sin comprometer los lazos con Beijing y Moscú y recuperar la armonía nacional, pero sobre todo hacer la paz con sus ciudadanos oprimidos por 44 años de yugo religioso fundamentalista.

Sorprende la fuerza y ​​el sacrificio de los jóvenes, especialmente de aquellos que han salido a las calles contra el régimen en los últimos años. Hay jóvenes mujeres que con gran y admirable valentía lucharon por un símbolo, la cabeza cubierta. Algunas fueron golpeadas y azotadas, otras encarceladas, otras asesinadas. Al admirar este indomable movimiento de personas, aunque en su mayoría jóvenes, vemos la esperanza de que con el tiempo las cosas puedan cambiar con un retorno a lo que alguna vez fue Irán, moderno y prooccidental.

Aquí está la comparación que me salió natural ver entre los dos países, desde 1998 hasta hoy han pasado 24 años de régimen chavista en Venezuela, menos que en Irán, aquí solo ha crecido una generación asimilando la enfermedad de esta dictadura. A pesar de las décadas de opresión, ambos tienen la posibilidad de poner las cosas en su lugar, porque “para que el mal triunfe basta que el bien renuncie a la acción”. La frase más famosa de Edmund Burke, el llamado Cicerón británico, político, escritor, filósofo, explica mucho de lo que ocurrió no sólo en estos dos países, sino también en muchos otros de nuestro convulso mundo. La ocasión de este fraude electoral fue inspiración, pretexto y oportunidad para el pueblo venezolano que a estas alturas no puede dar marcha atrás. Debe permanecer en las calles día tras día para hacerle entender al dictador que para él se acabó la película, que sus gobiernos serán archivados y quedarán en la historia sólo por las atrocidades cometidas. Habrá víctimas, ciertamente, pero las revoluciones desgraciadamente reclaman su tributo de sangre y los venezolanos tal vez tengan que reconquistar su libertad pagándola con el sacrificio de los jóvenes que se quedaron en el país.

Honor y dignidad de las Fuerzas Armadas

Venezuela necesita el firme apoyo de los demócratas de todo el mundo para que el régimen respete en última instancia el resultado de estas elecciones. Esto podría llevar a Maduro a entablar negociaciones para una transición pacífica a la democracia. Con un gobierno democrático, libre de corrupción y chavismo (prácticamente sinónimos) el país podría ser el nuevo centro económico de América Latina. Con el restablecimiento del Estado de derecho, la deuda acumulada podría reestructurarse y reembolsarse. Sobre todo, el pueblo, ahora separado, podría reunirse y vivir juntos nuevamente en una Venezuela finalmente libre.

Sorprende, pero no sorprende a la vez por los favores recibidos, que las Fuerzas Armadas aún no se hayan decidido a provocar el fin de este régimen. En el continente hace años que no se registran golpes de Estado (la palabra ha dado significado internacional a los pronunciamientos militares). Sin duda es una señal de fuerte madurez democrática de estas poblaciones jóvenes proyectadas hacia un futuro brillante, pero tal vez haya llegado el momento de repetir el viejo ritual y acompañar al pueblo en la transición poschavista.

Me imagino que muchos lectores no estarán de acuerdo con esta hipótesis, pero hay que considerar que una intervención externa está totalmente excluida, las sanciones se han impuesto desde hace años y el país ha sobrevivido, las masas pueden no resistir en las calles durante semanas o meses, el tributo de las muertes tendría que ser (cínicamente) muy alto para provocar suficiente ira como para transformar las protestas en revolución.  Las Fuerzas Armadas que en Venezuela han sido durante décadas el impecable baluarte de la Constitución deben, con la ayuda del pueblo, restaurar una democracia esencial, si aún queda algo de honor y dignidad en sus uniformes.

*Andrea Guidugli

Consultor y periodista, nacido en La Spezia, Italia un 25 noviembre.

Miembro de la Federación Periodistas de la ciudad di Madrid, periodista y opinionista acreditado en la Federación Internacional de la Prensa de Bruselas.

Director de Ventas para América Latina y España en la firma OTO Melara.

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